Mientras la noche se cerraba sobre los techos de aquel pueblo enclavado en una bifurcación de la carretera, la niebla se desparramaba por entre las copas de los árboles de las cimas de las colinas cercanas.
El vapor que emanaba el agua se depositaba sobre el río color turquesa que producto de las lluvias, se había mezclado con el café característico de las aguas revueltas por el caudal.
Del suelo emanaba un dulce olor a tierra mojada, y de las canaletas de los techos caían las últimas gotas que denunciaban la lluvia recientemente amainada.
El pavimento de las pocas calles pavimentadas de aquel pueblo, reflejaba la tenue luz anaranjada de los focos que pobremente iluminaban los pasajes ensombrecidos por el crepúsculo y las nubes.
Todas las puertas de las casas estaban cerradas para proteger el interior del frío húmedo, con excepción de una. Bajo el dintel de la puerta se erguía una silueta oscurecida producto de la luz que la iluminaba por detrás.
De mediana estatura, la silueta apoyaba su hombro y su cabeza sobre uno de los laterales de la puerta y de tanto en tanto, acercaba nerviosamente un cigarro a la boca. Después de unos segundos, el humo era expulsado de su boca invisible confundiéndose y mezclándose con el vaho en una nube uniforme y blanca.
El punto anaranjado se acercaba cada vez más a la mano de aquella silueta hasta que en un momento dado, levantó su pié y ahogó la brasa del cigarrillo en la planta de su zapato. Se dio la media vuelta y abandonando el umbral de la puerta, la cerró provocando un sonido que, si bien, no produjo eco, quedó retumbando en la memoria de aquel lugar tan sombrío y gélido.
me voy a quedar pensando que quizás el nerviosismo de aquella figura de mediana estatura se debe a las innegables ganas de verme y abrazarme fuerte.
ResponderEliminarUn beso longi, te quiero :)
mmm quizá...
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